quinta-feira, 18 de agosto de 2011


acabamos de receber este editorial da Rede Latinoamericana de Gerontologia, que trás importante alerta da necessidade de criarmos uma sociedade que acolha pessoas de todas as idades, que respeite as minorias, os segregados, os que não possuem renda, saúde, emprego, residência, os sem cidadania. O Instituto Ame suas Rugas se solidariza e está de mãos dadas com esta construção, este compromisso pela vida.


Derechos humanos de las personas adultas mayores y
el desafío de construir sociedades para todas las edades

No cabe duda que el inexorable envejecimiento demográfico reclama de políticas que se encaminen hacia la construcción de sociedades inclusivas, sociedades para todas las edades.  En ese contexto surgen válidos cuestionamientos acerca de si la búsqueda de instrumentos internacionales, tales como una Convención Internacional o leyes nacionales específicas referidas a las personas adultas mayores, pudieran contradecir el propósito de avanzar hacia la construcción de sociedades para todas las edades y contribuir, por el contrario a aumentar la segregación social de las personas viejas en la sociedad.
El tema tiene relevancia por cuanto actualmente se debate acerca de la necesidad de asegurar por medio de una Convención internacional  y de un Relator especial, el respeto de los Derechos Humanos de las personas adultas mayores. El debate se basa, ante todo, en la constatación de distintas formas de abusos, malos tratos, violencias y negligencias que afectan a las personas viejas en el mundo entero y en nuestro caso específico, en América Latina. Esas múltiples formas de malos tratos, abusos y negligencias no han logrado contrarrestarse mediante los instrumentos que protegen de manera global los Derechos Humanos, que justamente por serlo, se refieren a todas las personas, independientemente de su edad, género y cualquier otro tipo de condición. Asimismo, donde existen leyes nacionales que hacen referencia específica a las personas adultas mayores, parecieran ser éstas, en la práctica, letra muerta, dado que la mayor parte de las veces carecen del financiamiento necesario para hacer efectivas las medidas que ellas contienen, lo cual revela la falta de voluntad política por reconocer y asegurar los derechos de las personas viejas.
Contar con una Convención internacional específica sobre derechos de las personas adultas mayores  se justificaría, además, por dos razones: (1) el aumento constante de la población de 60 y más años, así como de manera particular de las personas que sobrepasan los 80 años de edad, entre las cuales aumenta la probabilidad de ver vulnerados sus derechos;  (2) las transformaciones que en todos los ámbitos de la vida social, política, económica y cultural se relacionan con el aumento de la longevidad humana, las cuales exigen nuevas formas de pensar las múltiples formas de ser personas viejas en el mundo de hoy y del futuro. Tales transformaciones evidencian que la vejez es, en todos los casos, una construcción, no sólo biológica, sino ante todo socio-cultural, contextuada, dinámica, diferencial e imposible de homogenizar.
¿De qué manera, entonces, será posible asegurar el respeto y cumplimiento de los derechos de las personas viejas por medio de instrumentos específicos, sin que aquello implique aumentar la segregación de las personas viejas? 
El desafío podría residir en transitar hacia el establecimiento de una Convención internacional sobre los derechos de las personas adultas mayores, generando procesos que permitan aumentar en la sociedad la conciencia respecto a que envejecer nos concierne a todos y que, en consecuencia, se requiere de políticas que consideren el envejecimiento de manera transversal y que éstas contribuyan a  superar estereotipos, prejuicios y discriminaciones, así como enfatizar la condición de las personas viejas como sujetos de Derechos y no como objetos de beneficencia y discriminación, porque la dignidad de las personas y los derechos humanos a lo largo de toda la vida nunca dejan de estar vigentes.
El camino hacia el establecimiento de una Convención internacional sobre los derechos de las personas adultas mayores será, sin duda, largo y no estará exento de vicisitudes. Sin embargo, es indispensable seguir andando y abriendo dicho camino para contribuir de manera eficaz a promover, respetar y proteger la dignidad y los derechos de las personas en la vejez, enfatizando en la necesidad de tomar conciencia de ello y de obrar en consecuencia de manera de avanzar efectivamente hacia el logro de sociedades inclusivas, para todas las edades.

Ximena Romero – Coordinadora de la RLG
Christel Wasiek – Asesora de la RLG

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